Editorial
Esa
maldita costumbre
En
países europeos como Francia, circulan
diariamente transportes que aspiran el polvillo
de las calles a los efectos de que cada
ciudad goce de una mayor limpieza, sobretodo
teniendo en cuenta que los residuos
ciudadanos no generan dificultad debido a
que la gente los retira de sus hogares por
la noche -minutos antes de que pase el
recolector- incluso separando lo reciclable
de aquello que no lo es.
En
Suiza, arrojar desde un chicle a los espejos
de agua está penado por la ley, por
considerarlos elementos contaminantes.
Quien
visita las playas de Brasil no deja de
asombrarse por la fuerte presencia de campañas
publicitarias que invitan a conservar la
higiene de los espacios públicos.
La
frase: ‘Playa
limpia, ciudad feliz’ ó ‘Turista
limpio, turista culto’, invade la
visual del visitante de turno. Y acompañado
por un efectivo plan de mantenimiento, los
resultados positivos superan todas las
expectativas.
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Se
pintan graffitis en las paredes;
se ensucian espacios públicos;
se lleva a las mascotas a orinar
y defecar en la puerta de la
casa del vecino, sin hacerse
cargo de lo que generan...
La lectura que hacemos es que
causa desasosiego observar que
las campañas educativas brillen
por su ausencia. Exaspera tanta
impavidez en los gobernantes de
turno |
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¿Y
por casa cómo andamos?
¿Qué
nos sucede a los argentinos que vivimos una
realidad mordaz?
Monumentos
dañados, paredes manchadas con graffitis.
Veredas, calles y parques maltratados con
papeles y residuos.
Ríos envenenados por desechos tóxicos...
Esto forma parte de un concierto de pésimas
usanzas que crecen día a día y afectan el
bien común.
La
clase dirigente trata soslayadamente el
tema, asegurando que el núcleo del
problema es la mala educación de la
gente. Pero omiten que educar es un rol del
Estado, y sus tenues esfuerzos por obtener
resultados han caído en saco roto.
Cada
vez son mayores los daños a la propiedad pública
o privada que afectan a todos por igual,
producto de la irresponsabilidad de personas
no aptas para vivir en una comunidad
organizada y civilizada.
Corregir
este flagelo debe
formar parte ser una rígida y necesaria política
oficial para menguar sus consecuencias.
Si
el gobierno (nacional, provincial o
municipal) dedicara a estos fines un
porcentaje importante del presupuesto
destinado a propaganda, quizá en la
pantalla chica usted pueda llegar a ver
creativos spot que cultiven los buenos
ejemplos para cosechar buenas costumbres.
¿Y
por qué no un programa entero sobre este
tema en el canal oficial; sumar mayor
cantidad de cestos en las calles;
intensificar la cantidad de carteles
indicadores que inviten a cuidar los
parques, paseos, monumentos, edificios públicos,
aceras, balnearios....?.
¿Sería
una locura incorporar a la enseñanza
oficial la materia:
‘Comportamiento Ciudadano’?
Teniendo
en cuenta lo descripto, enseñar en las
escuelas a respetar los derechos del prójimo
podría ser una medida acertada.
Así,
desde pequeños, muchos podrían aprender:
a) Que aquello que se descarta debe arrojarse en los canastos
callejeros y no en la vía pública, no solo
para evitar vivir en la mugre, sino para que
los conductos pluviales funcionen
correctamente evitando alteraciones los días
de lluvia.
b) Que los ríos y los mares tienen una capacidad limitada para
digerir los desechos que se vuelcan sobre
ellos. ¿Sabe usted que en el mundo anualmente se arrojan a las
aguas 6.300 millones de kg. de basura, o
sea: 200 kg. por segundo?
A
modo de ejemplo, es importante comprender y
asimilar que las pilas constituyen un
elemento contaminante inmediato de alto
riesgo; que la madera pintada tarda 13 años
en descomponerse; los materiales de plástico
450 años y las latas de aluminio de 200 a
500 años.
c) Que si evitamos ensuciar nuestras playas no tendríamos la
necesidad de elogiar la pulcritud de los
balnearios vecinos.
d) Que devastar un monumento es dañar nuestra historia.
e) Que los sentimientos futboleros se expresan en los estadios,
los mensajes de amor en cartas o tarjetas,
las propagandas políticas o privadas en
volantes o en medios periodísticos...
¡pero
nunca en la pared del vecino!
En
el futuro podrían evitarse accidentes si en
‘Comportamiento
Ciudadano’ también se enseñara
educación vial, o se ayudaría mejor al prójimo
si se enseñase Primeros Auxilios.
Tampoco
está demás aprender que no debe
discriminarse a la gente por su raza, religión,
discapacidad física o mental; que la
solidaridad es un valor que no debe
perderse; etc, etc...
Con
el auge del turismo extranjero, recientes
encuestas revelan que ellos tienen dos
visiones acerca de nosotros, una es positiva
y enorgullece.
La otra es negativa y avergüenza.
En
primer lugar, hay buena impresión por la
diversidad de paisajes y climas que ofrece
el país, admiran el tango y su cultura,
disfrutan las bondades de la noche porteña,
las amplias avenidas, los shopping, la
combinación de los edificios históricos
con los modernos, la cantidad de espectáculos
y eventos culturales que se ofrecen, la
comida...
Pero,
por otro lado hay un denominador común: “los
argentinos son muy sucios; soberbios
-algunos-, e irresponsables en distintas
aspectos (conduciendo automóviles, a modo de ejemplo)” -aseguran-
.
La
opción es la siguiente: o seguimos viviendo
a contramano del resto o se hace un esfuerzo
para cambiar.
Para
Todos
dio una batería de propuestas y
sugerencias.
¿Usted qué propone?
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