Editorial
Incoherencia
Argentina
El
año termina, el verano se aproxima y es
tiempo de balances, conclusiones y
reflexiones.
Analizando
cifras, porcentajes y estadísticas vemos cómo
una vez más el balneario uruguayo de Punta
del Este será el epicentro elegido por
el entorno político, periodistas
prestigiosos, modelos top, reconocidas figuras
del espectáculo y todo el circuito high de
nuestro país.
Personalidades
para quienes ‘el Este’ ha dejado de ser
un lugar opcional de verano,
transformándose
en un ritual obligado en cada temporada.
Si
echamos un vistazo general a la evolución
de este fenómeno a lo largo de los últimos
treinta años, no dudamos en afirmar que
Punta del Este es una de las más grandes
incoherencias hecha por argentinos que,
junto a las calles, veredas, ríos y lagos
en mal estado, sumado a las paredes pintadas
y los teléfonos públicos rotos, forman el
costado triste de nuestro devaluado folklore
nacional.
¿Le
suena ridículo?
Probablemente más de una ‘teenager’
reproche estos conceptos. O lo que es peor,
quizás algún propietario sensiblero a sus
intereses marcadamente puestos en la otra
orilla del Río de la Plata, sienta que
desde esta columna se le ‘escupe el
asado’ gratuitamente. Pero...
Comúnmente,
los habitantes de estas tierras hablan con
orgullo sobre las bellezas geográficas que
ofrece nuestro país y de las innumerables
maravillas naturales que provee la argentina: “Todos los climas,
paisajes, especies...”.
“¡Somos
algo único en el mundo y bendecidos por
Dios!”,
se afirma comúnmente sacando pecho. Léase:
Cataratas del Iguazú, selva misionera,
Valle de La Luna, nieve barilochense;
Ushuaia, Calafate; glaciares; sierras de Córdoba,
paisajes patagónicos, costa bonaerense...
Más
de un funcionario recomienda gozar el período
vacacional en nuestros pagos (recordemos
aquello de: “Argentina nos espera”) haciendo
gala, precisamente, de la cantidad de
variables que ofrece el país; con el lógico
propósito de fomentar el turismo, teniendo
en cuenta que éste es una fuente de
ingresos más que redituable y beneficiosa
para el físico como así también
para la masa de trabajadores locales.
Y
no
hay dudas de la veracidad de estos
conceptos. Sin ir más lejos, en Brasil, el
turismo constituye aproximadamente el 50 por
ciento de las actividades productivas y es
el recurso
más preciado por ricos y pobres.
Sin
embargo, quienes nos inculcan la necesidad
de recorrer nuestras bellezas han invertido
cifras incalculables a lo largo de estos años
en el país vecino, consagrando las costas
esteñas como destino obligado para el jet
set argentino. Y transformando a ése lugar
como polo turístico internacional.
Para
ser más precisos y objetivos, sólo en
1993 las inversiones argentinas en la península
uruguaya rozaron los 180 millones de dólares,
aproximadamente.
Ese
incentivo argentino sobre lo extranjero
también llega a otros destintos como Piriápolis,
y La Paloma, en Uruguay; Camboriú y Florianópolis,
en Brasil; o Miami, en Estados Unidos.
Quienes
ostentan el poder económico en la Argentina
han sido los grandes responsables del fenómeno
turístico del país vecino y de engrosar
las arcas de su tesoro, por obra y gracia de
los capitales que no quisieron
invertir igual número en su país de origen
a pesar del orgullo que expresan por la
diversidad de sus paisajes y su incomparable
geografía.
Por
eso, no dudamos al afirmar que Punta del
Este es una de las grandes incoherencias
argentinas junto a las calles, veredas, ríos
y lagos deteriorados; paredes pintadas y teléfonos
públicos
rotos.
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