Notas
de Archivo
La
violencia en el fútbol y su historia
Nota
de investigación realizada en 1993 por el
editor de este medio, Claudio Omar
Antunovich, y publicada en el ejemplar
impreso de Para Todos a lo largo de tres
ediciones (Nº 2, 3 y 4).
Es
importante destacar que este trabajo se
volcó a esta web de idéntico modo que se publicó en la versión papel, o sea con una
narración de episodios que no incluye lo
sucedido desde el ‘93 a la fecha.
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‘El
Abuelo’, conocido barrabrava
de Boca, cuando fue apresado y
posteriormente encarcelado |
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¿Qué
sería el fútbol sin el hincha, una bolsa vacía...?, describía Enrique Santos
Discépolo.
Personaje
infaltable en cada evento. Propulsor
indiscutido de alegrías, color y sabor que,
con un mágico ritual plagado de canciones,
banderas y sobradas dosis de ingenio,
ilustran ese maravilloso espectáculo que es
el fútbol.
Pero
responsable, en ocasiones, de sucesos
lamentables y bochornosos que enlutaron
jornadas deportivas más de una vez. Sin
duda, nos referimos al hincha, o mejor
dicho, al barra brava.
A
ese bravucón empedernido que, azotado por
la pasión, la ira, el orgullo y la
intolerancia, suelta toda su bronca y
desenfado provocando hechos violentos que
siembran el pánico en las tribunas.
Historias
que en este trabajo nos hemos propuesto
investigar.
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1983,
jornada de violencia en Los
Andes - Chacarita (foto: Revista
El Gráfico) |
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“El
fútbol y la violencia fueron siempre
de la mano”.
Tal vez, ésta sea la síntesis de
la labor que llevamos a cabo y en la cual no
sólo se narran hechos vandálicos sino que,
además, intentamos analizar al hincha de fútbol.
Tratamos de averiguar qué siente, cómo
piensa, por qué llega a la violencia y qué
grado de responsabilidad le atañe a él, a
su entorno, y a quienes lo usan y luego
protegen.
¿Por
qué un individuo se identifica con una
institución determinada y la defiende como
propia? ¿Por qué ése equipo es la causa
de sus angustias, tristezas o alegrías?.
En
este trabajo recordamos hechos y tenemos la
palabra de testigos y protagonistas.
Veremos,
pues, que la violencia en el fútbol no
surge a raíz de la tremenda crisis socio
económica que nos sacude desde hace años,
como algunos entienden, sino que es un
fenómeno
mundial, no exento en países prósperos y
desarrollados como Inglaterra o Alemania; y
propio de una masa irracional, impulsiva y
temperamental.
El
hincha:
En
Argentina, Uruguay, Alemania, Inglaterra o
Brasil, el hincha es siempre el mismo. No
varía de acuerdo al sitio donde nació.
Apasionado,
violento, temperamental, impulsivo,
sensible, sufrido, irracional, subjetivo,
intolerante, orgulloso, sentimental… son
algunas de las formas como lo podemos
calificar.
El
hincha es un ser muy especial, se limita a
sentir a su club y obra de acuerdo a lo que
ese sentimiento le ordene. Por eso, no
sorprende que defienda lo identificable y,
en ocasiones, esa defensa de lo
injustificable desemboque en actos de
violencia verbal o física.
El
hincha carece de todo juicio lógico y
racional. Es muy común observar cómo un
sujeto insulta descalificadamente a un
jugador contrario mientras éste comete un
foul en perjuicio de un jugador propio; y de
qué forma aplaude si, al tiempo, se repite
una jugada similar pero en perjuicio de
un rival.
Algunos
muy agresivos, otros menos. Unos muy
violentos, otros no tanto. Pero ambos,
cuando están en masa, manifiestan
sentimientos paralelos.
Todos
en coro insultan al rival de turno o al árbitro.
Algunos le arrojan objetos y otros llegan a
la agresión de hecho.
Muchos
dan un paso al costado y adhieren con
el aliento; pero todos, en definitiva, son
responsables de la violencia injustificada y
cruel que incluso se ha llevado la vida de
personas, enlutando a todos aquellos
que forman parte ese espectáculo tan
formidable como es el fútbol.
Cada
equipo tiene sus fanáticos que lo siguen
donde juegue. Estos se agrupan alrededor de
un líder (elegido como tal por sus
‘actos de arrojo’) y forman verdaderos y
temibles grupos de poder, capaces de
derrocar como una auténtica fuerza de
choque a cualquier dirigente que pretenda
combatirlos.
Estos
provienen de sectores marginados y sin
posibilidades de progreso, con frecuentes
alteraciones en su conducta producto,
precisamente, de esa marginación.
Al
respecto, el sociólogo Juan José Sebreli
manifiesta en su libro Fútbol y Masas: “El
hincha es un individuo atormentado por su
falta de identidad, por el débil
sentimiento de continuidad y mismisidad de
su YO, por la incompleta organización de su
personalidad. Incapaz de reconocerse a sí
mismo, de saber quién es y qué quiere.
A
través de un confuso e indefinido YO, trata
de encontrar una relativa estabilidad,
identificándose con alguna imagen de mundo
circundante: ‘El equipo de fútbol’.
Llega
así a una total falta de separación entre
el objeto que ha elegido y el YO: ser uno
mismo significa para el hincha ser del
cuadro X.
El
poder entusiasmarse por algo, el uso de
insignias, los gritos a coro, el poseer una
característica supuestamente propia, un
determinado color, es una compensación para
aquel a quien nada pertenece efectivamente y
cuya vida, tanto en el plano individual como
en el social, es un vacío absoluto porque
la sociedad lo ha despojado de todo
significado”.
En
otro pasaje de su libro, Sebreli describe
que la ansiedad del hincha porque el propio
club sea triunfador y muestre así su
superioridad, trasciende la mera puja
deportiva hacia otros
valores
humanos.
“La
validez de esa superioridad propende a
convertirse en una superioridad en general;
y con esto se ha ganado algo más que el
juego mismo. Se ha ganado prestigio y honor,
que beneficia a todo el grupo al que
pertenece el ganador”,
sentencia el escritor.
Una
característica muy particular de los fans
de un determinado club, es el odio
desmesurado e incontenible en perjuicio de
un rival. Esa incompatibilidad generalmente
se produce por problemas barriales o
coyunturas deportivas.
El
sentimiento negativo llega a su máxima
expresión cuando ambos conjuntos se
enfrentan entre sí.
En
tales ocasiones, es muy común que aquellos
hinchas más irascibles e irracionales que
forman parte de las barras descriptas,
desaten toda su furia y se produzcan grandes
escándalos dentro y fuera de los estadios,
con sucesos luctuosos y flagrantes, muchos de
los cuales todos conocemos y repudiamos más
de una vez.
Hechos
de violencia que conmovieron al fútbol
argentino:
La
violencia feroz, cruel, irracional,
descalificadora… provocada por ese ejército
de vándalos que infunden temor
(responsables de denigrantes guerras de
guerrillas dentro y fuera de los estadios de
fútbol, sujetos llamados ‘barras
bravas’), no es propia de estos tiempos
sino que convive en nuestro fútbol
desde sus comienzos.
Así
vemos como ya en julio de 1916, mucho antes
de que se profesionalice este deporte, un
partido entre Argentinos y Uruguayos jugado
en la vieja cancha de Liniers es suspendido
ante un tumulto provocado por el público,
que finalmente término quemando el estadio.
La
ansiedad por el triunfo, el fervor, la pasión…
siempre envolvió a centenares de miles de
fieles hinchas que, en circunstancias y
tiempos diversos, repitieron hechos
violentos con singular naturalidad. Así, la
lista es ancha y cruda, triste y amarga.
El
23 de abril de 1916 jugaron por segunda vez
en su historia: Platense y Tigre. Fue en el
famoso estadio de Tigre del ‘lechero
ahogado’
y allí se produjo el primer
enfrentamiento violento entre esas
hinchadas.
Luego
de vencer al local 1 a 0, la gente de
Platense fue atacada por la de Tigre cuando
intentaban cruzar el puente del Río
Reconquista. Allí nació una mutua
enemistad que nunca cesó.
En
1924, Argentina pierde en Montevideo el
Campeonato Sudamericano de Fútbol. En tal
ocasión, los uruguayos hacen una
manifestación frente al Hotel donde se
alojaban los jugadores argentinos, entre los
que se encontraba un conocido personaje
apodado ‘Pepito’ (fanático simpatizante
de Boca Juniors), quien mata de un disparo a
uno de los manifestantes uruguayos. El
crimen queda impune, ya que los argentinos
ayudaron a huir a ‘Pepito’ a Buenos
Aires.
Ese
mismo año, se juega otro partido entre
Argentina y Uruguay. El público invade el
terreno de juego y el árbitro suspende el
partido.
A
raíz de esto se decide la colocación de lo
que hoy llamamos alambrado olímpico, para
proteger el espectáculo del asedio de los
hinchas.
En
1925, un Platense - Tigre debió suspenderse
por serios incidentes.
En
1929, se realiza en Buenos Aires un partido
internacional entre un equipo argentino y
Chelsa de Inglaterra, en el cual, los
ingleses fueron agredidos con una
pedrada por el público. Los ingleses
asombrados por tal reacción de los
simpatizantes, se llevaron algunas piedras a
su país y las conservaron en la vitrina de
su club, pero al poco tiempo la violencia
también se desataría en esas tierras, y
con ella, la necesidad de contener a una de
las facciones más fanáticas y más
temibles del mundo.
En
1932, en un partido entre River y Racing, un
disturbio en las tribunas deja un saldo de
un muerto y numerosos heridos. Ese mismo año
se suspenden dos partidos por agresión al
árbitro.
En
1944, en un tumulto en el estadio de River
Plate quedan seis muertos y muchos heridos.
En
1946, después de un partido entre Newell´s
y San Lorenzo, en Rosario, un grupo de
barras intenta colgar al árbitro Cossio de
un árbol del Parque Independencia.
Y
años más tarde, en la Carlota (Córdoba),
el foco de atención es nuevamente un árbitro
que es asesinado por tres jugadores.
En
1946, en un partido entre Argentina y Brasil
(jugado en Buenos Aires), el equipo
argentino hace desfilar (para preparar el
clima psicológico contra los
visitantes) a un jugador con la pierna
enyesada por la agresión de un brasilero.
Al
término del encuentro, los jugadores del
vecino país debieron huir a los vestuarios
perseguidos por una multitud linchadora,
mientras la Policía, lejos de defender a
los agredidos, le daban una tunda a
bastonazos.
En
1960, en el partido que sostuvieron
Argentinos Jrs. y Boca, intentan matar a un
jugador de una cuchillada.
En
1964, un hincha de Banfield le arroja una
radio a transistores en la cabeza a un referí.
En
1967, en un partido entre Racing y Huracán
(en el estadio de Racing), la barra brava de
Huracán asesina al joven Héctor Souto de
tan sólo 15 años.
Luego
de ser brutalmente pegado, pateado y
pisoteado por la barra, uno de sus
integrantes (un mecánico de 23 años) salta
repetidas veces sobre el tórax de la víctima
hasta destrozarlo.
El
año 1968 es uno de los picos más
altos de violencia, sino el peor que vivió
nuestro fútbol. Ese año, como consecuencia
del partido Racing y Estudiantes, tres
hampones mandados por el dirigente de uno de
los clubes, le pegan al árbitro Angel
Coerezza cuando vuelve a su casa.
Días
después, los dirigentes de Estudiantes y el
jugador Conigliaro agraden a los periodistas
en los vestuarios.
Un
partido entre Belgrano de Córdoba y
Estudiantes termina en una batalla campal.
Y
ese turbulento año termina con la tragedia
más impresionante que registra nuestro país
en materia de escándalo en un espectáculo
deportivo, nos referimos a ‘La puerta
12’.
Por
ella debían descender en forma normal los
simpatizantes de Boca al término del
encuentro que protagonizara su club con
River Plate (en Núñez), pero una multitud
enceguecida y atontada provoca una
avalancha ante una puerta de salida cerrada,
para algunos. Lo cierto, es que la verdad
nunca se supo y las conjeturas fueron
muchas.
¿Hubo
represión por parte de la policía? Algunos
entienden que sí. Lo curioso y lamentable,
es que un luctuoso suceso con 71
muertos y 66 heridos no haya tenido
responsables y haya quedado impune.
En
1969, hay violencia entre Estudiantes y Milán
en el estadio de Boca; y entre Estudiantes y
un equipo Checoslovaco en Mar de Plata.
También
en 1969, un arquero Vienes que fue chocado
por el jugador de Estudiantes Conigliaro, es
hospitalizado y queda con el rostro
destrozado.
En
la década del ‘70, el Club Platense
pierde su estadio y comienza a construir su
nueva casa a 18 cuadras, en el predio
deportivo que compró en la década del
’40 en Vicente López. Así, con
frecuencia hizo de local en la cancha de
Tigre (institución vecina), produciéndose
hechos de violencia entre ambas hinchadas en
sobrados episodios.
Y
fue por estas circunstancias, que los
dirigentes del ‘calamar’ tomaron la
decisión de alquilar el estadio de Atlanta.
En
1971, en un encuentro entre Central Norte y
Atlanta jugado en Tucumán, se produce
un tumulto a consecuencia del cual muere un
joven.
También
en Tucumán, ese mismo año en un partido
jugado entre Boca y Racing, el público
destrozó el estadio ante la presencia de
autoridades tucumanas.
Al
poco tiempo, en un partido amistoso
disputado en González Catán, dos jugadores
son asesinados.
En
1972, en Rosario, un joven santafesino de 23
años, al gritar el triunfo del equipo de
Colón, es asesinado por un balazo que parte
del tren que trasladaba a los hinchas de
Boca a Buenos Aires.
Testimonios:
*
Carmelo F. (65 años), no quiso
perder la ocasión para decir lo suyo en una
mesa de café que mantuvo con este medio:
“¿Sí
en el fútbol de antes había violencia?
Claro. Lo que pasa es que ahora
los medios de información le dan más
importancia. No podría decirte si había en
mayor o menor escala que en estos momentos,
pero ocurrían hechos salvajes y con un
sadismo impresionante. ¡Y por el sólo
motivo de ser hincha de otro club, eh!.
Recuerdo
que había patotas que caminaban por las
calles de cualquier barrio, y le preguntaban
a la gente (generalmente de su misma edad)
de qué cuadro eran.
Por
ejemplo, si respondían: de Atlanta, y la
barrita era de Chacarita... ¡uuuuuuuy!; no
te imaginas lo que le pegaban a ese
pobre ser humano.
Yo
llegué a presenciar hechos terribles. Me
acuerdo que en el ´40, estaba en la cancha
del ‘globito’ presenciando un Huracán -
River y me ubiqué en la tribuna del local.
En
la mitad del segundo tiempo ganaba River 1 a
0, y los ‘millo’ convirtieron de vuelta.
Entonces, un fanático de River, ¿que
realmente no se qué estaba haciendo en la
tribuna de Huracán?, no tuvo mejor idea que
gritarlo.
¡Para
qué!, lo agarraron entre cinco, lo pusieron
en forma horizontal y le empezaron a pegar
en la cabeza contra una columna. Ellos
tomaban carrera y: “boooom”.
Mirá,
era algo impresionante, me tuve que ir de la
cancha porque no aguanté más. Así que del
muchacho no supe mas nada.
En
otra oportunidad, y curiosamente también en
un Huracán - River, estaban discutiendo en
la platea en forma muy fuerte uno de River
con un grupo de Huracán. Palabra va,
palabra viene, parece que la cosa se puso
algo espesa y ¡zas!... los de Huracán le
empezaron a dar y dar, hasta que uno sacó
un cuchillo enorme y le cortó la muñeca.
Fue terrible, muy terrible.
Era
muy brava aquella época, muy brava. Los
jugadores jugaban por la camiseta y los
hinchas si era necesario daban la
vida”, nos
dijo.
-
¿Cuál era la hinchada más temible? (le
preguntamos).
-
La de Huracán era una de las más
bravas, pero a de la Boca también (señaló).
*
Antonio M (47) años, concurre a los
estadios de fútbol con frecuencia, y opinó
al respecto:
“Mirá,
tengo 35 años de tablón y anécdotas a
patadas. Sobre la violencia en el fútbol te
diría que siempre existió.
Tal
vez ahora puedan darse hechos más
escandalosos o, mejor dicho, al haberse
legislado más sobre el tema, una piedra que
es arrojada desde la tribuna e impacta sobre
la humanidad de algún protagonista del
encuentro, es motivo de suspensión
inmediata del partido y se arma todo un
circo alrededor de eso.
Que
por un lado está bien, porque cuanto más
importancia le da la sociedad con mayor ímpetu
se buscan las soluciones.
Lo
que quiero decir, es que todo esta clase de
delitos menores ocurren desde que voy a las
canchas, pero creo que ahora tienen un
espacio más amplio en la prensa y eso me
parece bueno.
Particularmente,
nunca me tocó presenciar un escándalo
importante en un estadio, que no significa
que no hayan sucedido, pero peleas en las
tribunas y en las calles muchas veces. Es más
me animaría a decir que ese tipo de hechos
menores eran más frecuentes antes que
ahora, sobretodo porque en estos tiempos se
agudizó la prevención”.
A
través de esta investigación, vemos que la
violencia acompañó al fútbol desde
siempre y no es un producto de estos
tiempos, como algunos analistas pretenden
subrayar.
El
perfil del hincha no ha sufrido alteraciones
con el paso del tiempo, como ya hemos señalado,
fue y sigue siendo: apasionado,
temperamental, impulsivo, sensible, sufrido,
irracional, subjetivo, intolerante,
orgulloso, violento… Con sentimientos
paralelos cuando están en masa.
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Tres
reconocidos cabecillas de la
hinchada de Boca Juniors (foto:
Revista El Grafico) |
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Hechos
violentos que conmovieron al fútbol
argentino (1973 a la fecha: 1993):
En
1973, en un match entre Oberá de Misiones y
Río Cuarto (jugado en Posadas), y también
en un partido entre Atlanta y San Martín de
Tucumán, hieren al árbitro.
El
17 de septiembre de ese mismo año la
hinchada de Huracán comete desórdenes en
los alrededores de su estadio destrozando
teléfonos públicos, vidrieras, y saqueando
las mismas.
Con
el arribo de All Boys a la Primera División
del fútbol argentino (en 1973), se reedita
un viejo clásico histórico del ascenso que
no se disputaba desde 1955, entre éste club
y Argentinos Juniors.
Fueron
8 años de encuentros entre ‘bichos’ y
‘albos’ (hasta que los de Floresta
retornan a la ‘B’) y muchas las
escaramuzas entre ambas parcialidades
vecinas.
El
hecho, de que a la postre, por mucho tiempo
All Boys y Argentinos Juniors dejaron de
enfrentarse, esto no le puso fin a la
violencia.
Los graffitis en las paredes y
las peleas callejeras siempre estuvieron a
la orden del día. Y dicen ‘los que
saben’, que la plaza Flores ha sido
escenario de grandes batallas.
En
1974, la empresa Ferrocarriles Argentinos
debió enviar una carta al presidente de la
AFA, ante los desmanes cometidos domingo a
domingo por los hinchas que se trasladan en
el tren.
En
1975, en un partido que dirimen Newell´s y
Ferro Carril Oeste, los hinchas del primero
le sacan un ojo al árbitro al arrojarle una
moneda. Lo lamentable, además del episodio,
es que los dirigentes de Newell´s defienden
a la hinchada.
En
1976, en un encuentro de octava división
entre River y Chacarita, y en otro de quinta
entre Colegiales y Deportivo Español, los
jugadores se toman a golpes, y en el primero
de los casos, los chicos son acompañados en
la pelea por los padres que asistían
al partido.
En
1979, al término de un partido entre
Chacarita y Platense (jugado en San Martín),
ambas hinchadas se enfrentaron en las cercanías
del estadio dejando el saldo de un muerto
por el impacto de una bala en la cabeza.
Los
hechos de violencia en los estadios de fútbol
se han incrementado con el correr del tiempo
del mismo modo que los efectivos de
seguridad. Pero debemos tener en cuenta que
también han crecido la cantidad de partidos
que se juegan por año, producto de la
necesidad imperiosa que tienen los clubes
por saciar sus economías.
Así
es como, hoy por hoy, se disputan mayor
cantidad de partidos amistosos, liguillas
prelibertadores, reducidos de ascenso, Super
Copa, Recopa y la incorporación del nuevo
torneo federal ‘Nacional B’ que acapara
la atención de casi todas las provincias
del país.
Más
episodios violentos:
En
1980, Platense enfrenta a Tigre luego de
cuatro años (estaban en categorías
distintas) y en la reedición de ese nuevo
clásico el triunfo es de ‘los
calamares’ por 1 a 0. El jugador tigrense
Di Meola se pierde el empate sobre la hora,
y tras cartón la hinchada de Tigre comienza
a agredir a la parcialidad adversaria,
incluso, llegaron a romper la reja que los
separaba y hubo enfrentamientos cuerpo a
cuerpo.
En
1982, en un partido jugado entre Boca y
Racing en la ‘bombonera’, un hincha de
‘la academia’ de apellido Basile muere
por el impacto que le produjo una bengala en
su pecho arrojada desde el sector que agrupa
a la famosa 12’ boquense. El responsable
del hecho, apodado ‘Narigón’, fue
dejado en libertad ya que la justicia
consideró que no hubo intención de
homicidio, ni de provocar lesión alguna.
Al
poco tiempo, y tras un partido disputado en
La Boca entre Racing y Bánfield, un joven
de apellido Souto muere por el impacto que le
produjo una bala en las adyacencias del
estadio. Se presumió que los culpables del
luctuoso episodio fueron los simpatizantes
de Boca.
En
1983, luego de un encuentro entre Boca y
River (jugado en Vélez) un integrante de la
barra brava de River es asesinado por sus
propios compañeros, al parecer por un
ajuste de cuentas.
Ese
mismo año, en un asado de confraternidad
entre hinchadas hasta entonces amigas, como
lo eran Chacarita y Tigre, se generó una
discusión que culminó en riña y en el
final de una buena relación y el comienzo
de una fuerte rivalidad.
Al
principio de esta década, un episodio
semejante terminó de consolidarse. En los
‘70, había buena afinidad entre los
vecinos de Almirante Brown y Nueva Chicago.
Pero en 1972 ambos protagonizaron un
certamen de la Primera ‘B’, con la punta
casi en exclusividad para los de
‘Casanova’ y con los de ‘Mataderos’
soplándoles la nuca. Hasta que se
enfrentaron, con victoria de Chicago y la
punta arrebatada, aunque por muy poco
tiempo, en un campeonato que en la última
fecha se lo llevó All Boys.
Desgaste,
y principio del fin a una amistad que murió
definitivamente en 1978, cuando hizo eclosión
la rivalidad que empezó a cimentarse en el
‘72. Así nace un clásico muy violento
que se mantiene hasta nuestros días (el
primero e histórico, desde la piel del
hincha de Almirante Brown, que luego en los
‘90 también incluyó a los parciales de
Deportivo Morón como acérrimos enemigos).
En
1985, Boca enfrenta a Independiente en
Avellaneda, y en el trascurso del partido,
tras un polémico fallo del árbitro, la hinchada
visitante provoca un escándalo de
envergadura.
La
policía reprime con severidad, y a raíz de
ese enfrentamiento el joven Scaserra pierde
la vida por el impacto de una bala lanzada
por uno de los efectivos de seguridad.
El
padre de la víctima (que se encontraba a su
lado) entiende que su hijo fue asesinado y
lleva la causa a la justicia.
En
1991, tras un clásico disputado por San
Martín y Atlético (en Tucumán), pierde la
vida Fidel Gutiérrez aplastado contra el
alambrado que cubre el terreno de juego por
un grupo de efervorizados hinchas.
El
caso Saturnino Cabrera:
El
14 de diciembre de 1990 se enfrentaron Boca
y San Lorenzo, en la ‘bombonera’, en uno
de los últimos encuentros correspondientes
al Torneo Apertura.
Al
finalizar el primer tiempo, un grupo de 30 a
50 hinchas de Boca se trasladó a un sector
de plateas ubicadas en la parte alta del
estadio, muy cercanas al lugar que ocupaban
los simpatizantes de San Lorenzo, con el fin
de ‘saldar una deuda pendiente’
producto del robo de unas cuantas banderas
que un grupo de barras bravas de San Lorenzo
le sustrajo a la madre de un hincha de Boca,
pocos días antes de producirse el partido.
De
inmediato, se desató la violencia y ambos
bandos se arrojaron todo tipo de objetos.
El
episodio alcanzó tal voltaje, que el grupo
más rebelde de simpatizantes sanlorencistas
arrojaron tres caños de grueso calibre
hacia el vacío, donde se hallaban pasivos
espectadores locales que nada tenían que
ver con la ‘guerrilla’ desatada.
Uno
de ellos (un caño galvanizado de seis
metros de largo y veinte kilogramos de
peso), impactó en la frente de Saturnino
Cabrera (de 37 años) quien murió al
instante.
Emilio
Chávez Narváez (23 años) que se hallaba
junto al grueso de la hinchada visitante,
fue identificado por dos Policías como el
autor del hecho que le costo la vida a
Cabrera. Y tras ser arrestado fue puesto a
disposición de la justicia, que lo hallo
culpable de homicidio preterintencional
(reclusión de 5 años y 8 meses).
Décadas
violentas:
Los
‘70 y los ‘80 son significativos en
hechos violentos. Estos se derraman en casi
todos los escenarios donde se protagoniza un
clásico histórico.
Así,
fue casi imposible que termine en paz un: Boca
vs River;
Independiente vs Racing;
Huracán vs San Lorenzo; Gimnasia vs
Estudiantes de La Plata;
Platense vs Tigre;
Ferro vs Velez; Lanús vs Talleres de
Remedios de Escalada; Bánfield vs Los
Andes; Rosario Central vs Newell’s; Colón
vs Unión; Belgrano (Cba) vs Talleres (Cba);
San Martín (Tuc) vs Atlético (Tuc);
Arsenal vs El Porvenir; Chacarita vs
Atlanta; Almirante Brown vs Nueva Chicago;
Flandria vs Luján; Argentino de Quilmes vs
Quilmes; San Telmo vs Dock Sud;
Estudiantes vs Almagro; All Boys vs
Argentinos Jrs; Alvarado de Mar del Plata vs
Aldosivi; Excursionistas vs Defensores de
Belgrano; Villa Dálmine vs Defensores
Unidos;
Comunicaciones vs General Lamadrid;
Villa San Carlos vs Def. de Cambaceres; etc,
etc...
Es
importante destacar que tanto el clásico de
la ciudad de La Plata entre ‘triperos’ y
‘pincha ratas’, como el rosarino entre
‘leprosos’ y ‘canallas’ se han
destacado siempre por la fuerte dosis de
violencia.
Pero
es a partir de 1980 cuando comienzan a
gestarse nuevas rivalidades, orquestadas por
lo general por sucesos extra deportivos
(“si sos amigo de mi enemigo, sos mi
enemigo”).
Lo
cierto, es que por cuestiones ajenas a lo
futbolístico o no, ésta década es el
punto de partida de fuertes picas entre
hinchas de equipos que no configuraban un
auténtico clásico histórico entre sí,
como: Boca y Racing; Boca y San Lorenzo;
Defensa y Justicia y Quilmes; Chacarita y
Tigre; San Miguel y Tigre; Los Andes y
Témperley;
Argentinos Jrs y Platense; Velez y San
Lorenzo; Nueva Chicago y Chacarita; Nueva
Chicago y Velez; Lanús y Bánfield;
Colegiales y Defensores de Belgrano; o
Atlanta y All Boys, entre otros.
Y
con esta realidad a cuestas, es precisamente
en esta década donde comienzan a extremase
las medidas de seguridad en los estadios, ya
que la convivencia entre las hinchadas
empieza a ser inviable.
1993,
un año muy violento:
En
el presente año se han registrado varios
hechos de violencia que son de dominio público
(recordamos que este es el año donde se
elaboró y publicó esta nota): la muerte de
un simpatizante de Chacarita al término del
encuentro que ésa institución sostuvo con
Los Andes, la agresión a periodistas en el
estadio de Unión motivo por el cual, y en
represalia, los medios de prensa
santafesinos le cortaron la cobertura a la
institución ‘tatengue’; son algunos de
los sucesos que ilustraron 1993 y ocuparon
la primera plana de los periódicos.
Pero,
la violencia desatada al término del
partido que sostuvieron Argentina y
Australia por las eliminatorias, sea tal
vez, lo más incomprensible de toda esta
historia.
Una
sola divisa a defender (la Argentina) y un
motivo de alegría descomunal (la
clasificación) se contradicen en forma con
el saldo injustificado: 432 personas
detenidas y un herido de bala (Ricardo
Vallejos, de 24 años ).
Otro
de los incidentes de envergadura registrados
este año (21/11) fue el que tuvo como
protagonistas a plateístas de Velez y
dirigentes de Racing. Un hecho nada común
en nuestro fútbol ya que, como vimos, la
gresca en estadios siempre tuvo lugar entre
aquellos que ven el espectáculo de pie y
rodeados de bombos y banderas.
Lo
ocurrido el 30 de noviembre en las
adyacencias de la cancha de Colón de Santa
Fé, tal vez responda a un fenómeno de
evolución maligna. La barra brava de dicha
institución presionó a una serie de
jugadores de su club para que se hagan cargo
de los gastos de traslado y estadía de
dichos fans al Mundial de Fútbol de
los EE.UU., con el norte puesto en alentar a
la albiceleste.
Ante
la negativa de los jugadores, los hinchas
respondieron con golpes de puño, botellas
rotas y amenazas varias. ¡Lamentable!
Para
cerrar, el 4 de diciembre en Mendoza, en el
partido que sostuvieron Argentinos Juniors y
Boca, también hubo violencia. ¿El saldo?:
un herido de bala y uno con arma blanca.
Hechos
menores:
Sería
imposible volcar en estas páginas la
cantidad de episodios violentos, de calibre
menor, registrados en los estadios de fútbol
a lo largo de todos estos años.
Casi
siempre, al culminar un partido, se producen
disturbios de variada índole entre las
barras de hinchas, muchas veces sofocados
por la decisiva intervención de las fuerzas
del orden.
Para
los visitantes, el club local es siempre una
emboscada. En el estadio de Independiente,
la calle Almirante Cordero (donde desemboca
la única salida visitante) se convierte con
frecuencia en un verdadero campo de batalla.
En
la cancha de Estudiantes de la Plata, los
visitantes, al culminar el encuentro, toman
el camino que los conduce a la estación de
tren donde generalmente son interceptados
por los locales en busca de nada bueno.
El
estadio de Chacarita (en San Martín) es uno
de los más riesgosos y el de Nueva Chicago
(en Mataderos) uno de los más temidos.
Pero
sin duda, uno de los particularmente
peligrosos, es el escenario de Gimnasia y
Esgrima de la Plata. Los visitantes, al
término del partido, atraviesan el bosque y
allí los locales (que acostumbran a
abandonar la cancha minutos antes que sus
rivales) los esperan arriba de los árboles
para luego atacarlos.
Sobre
rencillas y grescas abundan las anécdotas,
como las que detallamos a continuación.
En
1975 Deportivo Morón enfrentó a Tigre, en
Morón. Las hinchadas no eran amigas, por el
contrario, la relación era muy mala.
Al
terminar la primera etapa de ese partido,
ocurrió algo que selló una fuerte amistad:
en un confuso episodio un policía (en
estado de ebriedad) disparó contra un
hincha de Tigre, que debió se internado.
Esto provocó la reacción de la barra de
Tigre, y comenzaron a pelearse contra la
Policía. Cuando la hinchada de Morón se
dio cuenta de lo que ocurría, fue solidaria
con la visita desde los cánticos hasta los
hechos.
En
1977, Tigre recibía a Almirante Brown, en
Victoria. Minutos antes de comenzar el
encuentro arriba al estadio el grueso de la
hinchada visitante, quienes empiezan a
insultar y a amenazar a un grupo menor de
simpatizantes de Tigre también ubicados en
ese sector, y separados de la gente de
Isidro Casanova por un cordón policial.
De
los cantos pasaron a los hechos, y a la
gente de Tigre allí situada no le fue nada
bien. Esto provocó la ira de la ‘barra
del matador’ (ubicada en la popular de
enfrente), que se retiró del estadio y fue
en busca de la parcialidad de Almirante
Brown. Allí se produjo un durísimo combate
cuerpo a cuerpo, cuyo desenlace fue el
retorno de la hinchada visitante a sus
pagos. El partido lo ganó Tigre 1 a 0, y la
anécdota no es el resultado sino el hecho
de que se jugó con un 100 por ciento de público
local.
Como
se dijo, tras el campeonato logrado en
Primera ‘B’ por ‘el albo’, durante
ocho años (hasta 1980) se reeditó el clásico
entre All Boys y Argentinos Juniors (muy
fuerte sobretodo en el ascenso, entre 1937 y
1955, año en que ‘el bicho’ asciende
con continuidad a Primera ‘A’).
Ambos
estadios están a pocas cuadras, y los une
la Av. Alvarez Jonte. Y es precisamente por
esta avenida por donde se desplazaban
caminando hinchas de uno u otro equipo las
veces que debían enfrentarse. Claro está,
que en casi todos los casos las situaciones
de trifulca estuvieron a la orden.
Muchas
de las anécdotas, sin desconocer los
funestas que son, bordean lo cómico. Cómo
estas dos que le narramos a continuación.
En
1979, Nueva Chicago visitó a Gimnasia y
Esgrima en la Plata. La violencia no
estuvo exenta en esa ocasión y se dio cita,
como de costumbre, en el bosque. Pero con un
hecho curioso, los visitantes (viejos zorros
en el tema) emprendieron la retirada cinco
minutos antes que los locales y se
instalaron en los estratégicos árboles que
ofrece ese lugar, desde donde agredieron sin
piedad a los de Gimnasia, propinándoles una
paliza inolvidable.
En
1984, el humor y la barbarie tienen
nuevamente como protagonista a la
parcialidad de Mataderos que enfrentaba, en
la ocasión, a All Boys (en Floresta).
Los
disturbios registrados en las tribunas
durante gran parte del encuentro se
trasladaron a las calles donde ambos bandos
se enfrentaron al término del partido. La
pelea culminó cuando la policía se
hizo presente, con un singular saldo: no
fueron en la oportunidad banderas o gorros
el material que los de Chicago obtuvieron
como trofeo en esa ‘guerra’, sino el
caballo de un efectivo policial, que un
sujeto, con el torso desnudo e insignias
verdes y negras en su cabeza, se encargó de
pasear a lo largo de la Av. Alvarez Jonte
durante toda la tarde, hasta que fue
apresado.
En
1983 se rompe la amistad entre las barras de
Chacarita y Tigre, en un supuesto asado de
confraternidad. Y ese año, al poco tiempo
de lo descripto, en un encuentro disputado
en Victoria por un reducido eliminatorio
para subir a Primera División, la violencia
fue la gran protagonista ya que se hizo
presente en varios pasajes de la noche.
En
el entretiempo del partido, la hinchada de
Chacarita dio rienda suelta a su furia
contra la policía, ganando la batalla por
amplio margen, ya que los uniformados fueron
desalojados del estadio.
Minutos
después, el combate fue contra la gente de
Tigre, en la tribuna lateral frente a la
platea. El sitio exacto fue en la reja que
dividía a ambas hinchadas. Y allí, los
inadaptados de siempre se arrojaron
elementos contundentes por más de 20
minutos.
Ese
día marcó el comienzo de la fuerte
rivalidad existente entre ‘matadores’ y
‘funebreros’.
Una
vez concluida la amistad que unía a su
gente, Nueva Chicago y Almirante Brown se
convirtió en un gran clásico del ascenso,
donde los hechos de violencia entre ambas
parcialidades fueron moneda corriente. La más
recordada ocurrió en la década del ‘90,
en un partido jugado en Chicago, cuando la
gente del ‘mirasol’ rompió la reja que
separaba su tribuna de la platea local, y
allí se produjo una revuelta de enormes
proporciones.
De
1993 en adelante:
Si
bien esta investigación fue hecha
precisamente en 1993, desde Para Todos hemos
decidido agregar una pequeña síntesis
desde ese año a esta fecha (2011).
Muchas
de estas cercanas historias están presentes
en nuestra retina.
Tras
un Boca vs River, el 30 de abril de 1994
mueren Walter Vallejos y Angel Delgado,
producto de una emboscada realizada por
hinchas de Boca.
En
San Lorenzo vs Huracán (el 20 de diciembre
de 1997), un balazo terminó con la vida de
Ulises Fernández.
Y
en sendos episodios violentos, con el
transcurso del tiempo mueren Rubén
Piromalli y Manuel Juárez, de la barra
brava de Chacarita; más tarde Miguel Cedrón
(de Boca), Juan Espinoza (de Colón); y
Roque Miranda (de Talleres). En los años
‘90 comenzó a percibirse un nuevo fenómeno,
los intereses creados de las barras sobre
actividades comerciales dentro y fuera de
los estadios fue el puntapié inicial para
que la violencia se instale entre los grupos
de una misma divisa. Así, persiste hasta
nuestros días las divisiones entre las
hinchadas de Boca, Almirante Brown y River,
por citar algunos ejemplos, donde los
episodios de violencia siguen siendo moneda
corriente.
En
‘Los Borrachos del Tablón’ (River) se
produjo una fuerte ruptura en 2006 que
culminó con la muerte de uno de sus
integrantes: Martín Gonzalo Acro. Y entre
otros hechos cotidianos de violencia de
estos últimos tiempos, podemos resaltar el
ocurrido el 3 de marzo de 1999 cuando 11
hinchas de Chacarita fueron brutalmente
agredidos en un partido amistoso jugado en
‘la Bombonera’; el tiroteo entre barras
de River y Newell’s en un peaje (cuando
una hinchada iba a Buenos Aires y la otra a
Rosario, con el saldo de dos muertos de los
rojo y negros); o la muerte de Marcelo
Cejas, hincha de Tigre, que en junio de 2007
fue a la cancha de Nueva Chicago a ver
ascender de categoría a su equipo y no
retornó con vida (delito aún impune).
También,
por producto de enfrentamientos internos
entre barras en estos años han fallecido:
en 2009, Fernando De Respinis (de Huracán) fue acribillado en una pelea interna.
En
2010,
muere Pablo
Gómez tras una trifulca
entre hinchas de Newell’s; luego José Mendoza, de Colón.
Luego,
en marzo
de 2010, al ex jefe de la
barra de Newell’s Roberto
‘Pimpi’ Caminos le
disparan a la salida de un bar, dándole
muerte.
Antinomia:
El
hincha es violento por naturaleza, pero
hay condiciones y circunstancias que lo
convierten más agresivo con unos que con
otros.
Así
las cosas, vemos que los grandes clásicos
son el blanco preferido para que los fanáticos
desaten toda su furia. Boca - River;
Independiente - Racing; Huracán - San
Lorenzo; Gimnasia - Estudiantes; Colón -
Unión; Platense - Tigre; Belgrano -
Talleres; Newell´s - Rosario Central, entre
otros, son el epicentro obligado de grandes
disturbios.
El
clásico es la postal más clara de la
violencia.
Esta
antinomia provoca que el juego se lleve a
cabo con gran intensidad y fervor (en el
terreno de juego como en las tribunas), y
siempre se destaca por el calor y color que
le aplica el público, y también por los
incidentes generados.
Luctuosa
postal que se repite con notable frecuencia
cada vez que se reedita un viejo derby.
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La
'Barra del Matador' es detenida
por agredir a la de Platense
(Diario Crónica) |
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Platense
- Tigre, un clásico de nuestra zona,
siempre violento:
Las
vías de comunicación entre ambos son
varias, cercanas y directas: la Av. Maipú
(en Vicente López) o Presidente Perón (en
Victoria, la misma que cambia de denominación),
une a la cancha de uno con la del otro. Pero
también la comunicación es ágil y directa
por la
Panamericana,
el Ferrocarril Mitre o la Av. Libertador.
Todo
esto, alimentado por el hecho de que ambas
instituciones son de la zona norte (de
Capital Federal y Gran Buenos Aires), creó
una rivalidad desde siempre y una enemistad
al parecer irreconciliable.
Para
la jerga futbolera, digamos que Platense y
Tigre constituyen un verdadero “Clásico”.
Y como tal, en cada enfrentamiento entre
ambos la violencia dijo ‘Presente’,
claro está, y según las circunstancias,
desde lo verbal y gestual o los hechos en sí.
Claro,
la suerte que corrieron ambas
instituciones (‘por esas cosas del fútbol’)
a lo largo de toda la historia, los separó
de categoría de cuando en cuando; pero los
enfrentamientos fueron muchos y las anécdotas
y datos estadísticos abundan.
Hace
13 años que no se enfrentan (desde 1980).
La última vez, en Victoria, sobraron los
insultos a lo largo del partido y hubo
combate entre ambas parcialidades al término
del cotejo.
Pero
la penúltima vez, en Vicente López, la
violencia desatada fue de grandes
proporciones y comentada por todos los
medios de prensa locales y nacionales a lo
largo de una semana.
Tigre
venía entonado por su regreso a Primera
‘A’, y llenaba estadios (llegó a ser
tercero en recaudación después de River y
Boca). Por eso, no sorprendió que una hora
antes del encuentro el sector donde se
encontraba su gente ya estuviera cubierto y
mucho público se
quedara sin entrar (la violencia se
estaba gestando).
¿Por
qué no se eligió un escenario más amplio
y seguro para tal evento?, se decía
por aquellos tiempos, teniendo en cuenta que
el estadio de Platense era más pequeño que
ahora.
La
tarde era muy calurosa, pero los insultos
entre ambas hinchadas le daban más calor.
Finalizando el primer tiempo ya se sabía
que los baños de la cabecera visitante habían
sido destrozados por los hinchas de Tigre.
Sobre
el epílogo de encuentro, y tras la victoria
inevitable de Platense (1 a 0), la ‘Barra
del Matador’ rompió el alambrado que
separaba a ambas parcialidades y se desató
una trifulca de enormes proporciones. Hubo
piedras, combate y corridas hasta que
intervino la policía.
Afuera
siguió la riña, pero además, mientras los
simpatizantes de Platense rompían todos los
coches con símbolos de Tigre, los de
Victoria saqueaban gran parte de los
comercios de Saavedra.
La
violencia dijo presente en otras ocasiones
que jugaron estos equipos. En 1973, Platense
juega de local en Tigre en un partido que
pierde por 3 a 0 enfrentando al
‘Matador’.
Ese
día, la hinchada de ‘Tense’ ocupa la
cabecera que da a espaldas a la Av.
Presidente Perón, donde siempre se ubica la
barra de Tigre.
No
contentos con esto, en el entretiempo la
gente de Tigre situada en la visitante da
toda la vuelta con intenciones de desalojar
a los de ‘Saavedra’, provocando serios
incidentes.
En
1975, Tigre enfrenta a Platense en Victoria
con una gran asistencia de público. De modo
tal, que la popular visitante estaba poblada
con simpatizantes de ambos equipos en igual
proporción, separados por un vallado de 7 u
8 policías.
Tigre
ganaba 1 a 0 ese partido, pero sobre el
final un penal bien ejecutado por Bernabitti
puso las cosas 1 a 1.
El público de Tigre ubicado en la
visitante no soportó el festejo
‘calamar’, y se desató la violencia.
En
1976, Platense y Tigre estaban bien
encumbrados en el campeonato, peleando palmo
a palmo, y debieron enfrentarse en Atlanta
(donde ‘el marrón’ hacía de local),
con un lleno total y record de recaudación
hasta ese momento en la segunda categoría
del fútbol argentino.
El
resultado favoreció a Platense por 4 a 2. Y
a la salida hubo corridas, escaramuzas y
algunos inevitables enfrentamientos. Hechos
menores, por cierto, pero episodios
violentos al fin.
También
en 1976, Platense subió a Primera División
y alquiló una vez más el estadio de Tigre
para los encuentros que debiera jugar de
local.
En
la primera fecha del Torneo Nacional enfrentó
a Sportivo Patria de Formosa. La tribuna
visitante estaba al 100 por ciento de su
capacidad, pero no plagada de formoseños.
La hinchada de Tigre fue a apoyar a la
visita en gran número, y ese día también
se registraron incidentes entre las
hinchadas del ‘matador’ y el
‘calamar’.
Esa
fue la última vez que los dirigentes de
Platense alquilaron el estadio de su vecino
de Victoria.
Ley
23184, sobre violencia en los espectáculos
deportivos:
Tantas
peleas inútiles, tanta sangre derramada,
tantos crímenes impunes, tantos hogares
destrozados, tanto dolor acumulado...
Hubo
que soportar miles de enfrentamientos y
cientos de muertos para que en 1985, y a
instancias del entonces senador Fernando De
la Rúa, la clase dirigente tomase las
riendas y se decidiera a legislar sobre el
tema.
Se
aprobó entonces la Ley 23.184 sobre
violencia en los espectáculos deportivos
(conocida como Ley De la Rúa), que prevé
una condena de uno a seis años de prisión
a quienes vayan a la cancha con armas de
fuego, navajas, explosivos o elementos
destinados a ejercer la violencia.
Sin
embargo la justicia fue deficiente en su
aplicación ya que entre 1986 y 1991, con
924 hechos de violencia, 9451 detenidos,
1724 heridos y 19 muertos, tan sólo 6
personas fueron halladas culpables de
infringir la ley.
En
1987, Luis Cursi fue condenado a 6 meses de
prisión en suspenso por resistencia a la
autoridad.
Alberto
Giovanaz (al año siguiente) fue juzgado
junto a Fernando Tursi, quien recibió un año
de prisión en suspenso.
También
en 1988, recibieron una condena similar dos
hinchas de Huracán, de apellidos: Romero
(seis meses) y Blanco (nueve meses). Todos
inhabilitados para concurrir a espectáculos
deportivos por un tiempo que dobla su
condena.
Pero
sin duda, fue Emilio Chávez Narváez,
responsable de la muerte de Saturnino
Cabrera (ver más arriba), quien recibió
todo el peso de esta Ley, al ser condenado
por la Cámara del Crimen a cinco años y
ocho meses de reclusión por encontrarlo
culpable de homicidio
preterintencional.
Interviene
el presidente Carlos Menem:
Tras
la muerte de Saturnino Cabrera, el
presidente Carlos Menem decidió ponerle fin
al andar de las barras bravas e impartió
ordenes precisas y estrictas a los
dirigentes de los clubes para que impidieran
el ingreso a los estadios de los grupos de
revoltosos que representan a cada club, como
así también el ingreso de banderas e
insignias que no simbolicen a la institución
que se va a ver.
Pero
esta medida tuvo corta vigencia y hoy
seguimos amenazados por los vándalos de
costumbre y a merced de los riesgos de
siempre.
Más
Testimonios:
-
Ana K, una jubilada yugoeslava de 86
años, quien goza de una lucidez poco
frecuente en su edad, nos recuerda:
“Yo
tenía alrededor de 30 años cuando íbamos
con mi marido y mi hijo a la cancha de Boca
todos los domingos. Y pensar que mi esposo,
cuando nos casamos odiaba el fútbol.
Nosotros vivíamos en La Boca y allí en
todo el barrio (en los bares, en los
negocios, en las calles, en las pizzerías…)
de lo único que se hablaba era de fútbol.
Y como para llegar a nuestra casa había que
pasar por esa zona, mi marido caminaba como
treinta cuadras
con tal de evitar ese ambiente
futbolero que detestaba.
¡Mire si odiaba el fútbol mi finado
esposo!
Hasta
que un día, un equipo yugoeslavo jugó con
Boca aquí, y todos los paisanos lo vinieron
a buscar para llevarlo a la cancha.
Esa
fue su primera vez en un partido. Y fue
tanto, pero tanto, lo que le gustó que no
dejó de ir un solo domingo a ver a Boca. Se
convirtió en un fanático más.
Iba
a Rosario, a Santa Fe y donde jugase…
¡Ja!,
¡Ja!, recuerdo que una vez a Boca le
anularon un gol injustamente. Y mi marido,
exaltado, entró a la cancha y le pegó una
trompada al árbitro.
¡Ja!,
¡Ja!...
¿Quien iba a decir eso del que se
caminaba un montón de cuadras para no oír
hablar de fútbol?”.
-
Cosme P. (de Martínez):
“¿Cómo
dice? ¿Sí había violencia en el fútbol
en aquellos tiempos?.
¡Ja!.
Pero claro que sí hombre.
Pobrecitos
los refereís. La gente los insultaba, les
tiraban piedras y
los esperaban a la salida para
pegarles.
Había
mucha pasión, mucho fervor y eso se
transmitía a los jugadores que también
entraban en ese clima.
Recuerdo
que cuando Boca tenía que jugar con
River, la cosa ya se palpitaba como veinte días
antes. Entonces, los jugadores de cada
equipo (algunos eran amigos) si se
encontraban por las calles eran capaces de
no saludarse.
Y
la gente hacía apuestas a favor de uno u
otro, y a veces, más de uno terminaba con
un ojo en compota después de cada
partido”.
-
Horacio R. (fana de Independiente):
El
autor de esta nota se encontraba en un
boliche bailable de la zona norte, donde
curiosamente, un seguridad de aquel lugar
paró un tiempo en la barra de
Independiente.
Aquel
día, el ex barra nos dijo lo siguiente.
-
¿Me decís que te cuente una anécdota?
Mirá, hace unos años jugamos por la
Copa Libertadores en Venezuela, y un par de
nosotros fuimos a alentar al ‘rojo’.
Bajamos
del avión, y cinco subimos a un remís. Le
decimos al chofer que nos acerque hasta la
cancha, y empieza a dar un montón de
vueltas hasta que llega a un lugar
descampado. Allí, se cruza otro coche y
obliga al remisero a detenerse
(aparentemente estaban combinados).
Tres
tipos nos apuntan, nos hacen bajar y nos
quieren ‘chorear’.
¿Qué?
¿A nosotros?, les decimos.
¡Ja,
Ja, Ja, Ja!... no sabés como corrieron los
chorros y el remisero.
No te das una idea.
¡Ja, Ja, Ja!.
La
violencia en el fútbol no es un patrimonio
argentino:
En
el resto del mundo la violencia dentro y
fuera de los estadios de fútbol no es menor que
en nuestro país. Por el contrario, muchos
hechos nos llaman la atención por su
dimensión, ferocidad y canibalismo.
En
1958, en un partido jugado entre Brasil y
Hungría por la Copa del Mundo (en Berna),
los brasileños excitados por hinchas fanáticos
jugaron de un modo tan brutal que el cotejo
terminó en una pelea en las tribunas entre
los espectadores, que alcanzaban a un
centenar, y al mismo tiempo entre los dos
equipos en los vestuarios.
A
raíz de ese partido, la FIFA decide que los
Campeonatos Internacionales deben jugarse en
canchas provistas de alambrado olímpico.
También
el partido entre Alemania y Hungría había
culminado con severos disturbios en ese
torneo.
En
1962, cuando Chile le gana a Italia (en
Santiago), los jugadores italianos son
tratados brutalmente por los chilenos, y en
Milán, el consulado de Chile es asaltado
por una multitud enardecida.
Tiempo
después, en Africa, cuando el equipo
de Gabón es derrotado por Congo Brazzaville, se desata una ola de violencia
contra los congoleños que habitaban la zona
de Libreville (capital de Gabón) a los que
se responde con otra igual contra los
gaboneses que habitaban Brazzaville (capital
de Congo).
El
saldo: 9 muertos, centenares de heridos y un
nuevo motivo de roce entre ambos países.
También en ese año, en un partido entre
Viena y Reims, los austriacos son agredidos
por los franceses.
En
1964, un encuentro que protagonizaron Perú
y Argentina (en Lima), terminó en una catástrofe.
El árbitro anuló un gol peruano y los
espectadores desataron toda su furia. La
policía reprimió con gases lacrimógenos
y, presa del pánico, la multitud intentó
huir. Pero al encontrarse con las
puertas del estadio cerradas se produjo una
avalancha donde murieron aplastados 350
personas.
Una
verdadera peste emocional se hizo presa de
la población limeña que se lanzó a
recorrer las calles de la ciudad rompiendo
vidrieras y quemando automóviles.
El
gobierno tuvo que suspender las garantías
constitucionales y declarar el estado de
sitio por un mes.
En
1964, en la ciudad inglesa de Bolton, en un
partido entre el Bolton Wanders y Stoke City, una batahola produce 33 muertos y 500
heridos.
En
1965, en un partido entre Francia y
Yugoslavia (jugando en Palermo), cuando el
árbitro le anuló un gol al equipo francés,
los franceses agredieron al árbitro y al
equipo yugoeslavo, e influyeron en el
desarrollo del cotejo que terminó con el
score a favor de Francia.
En
1966, en el encuentro disputado por Leeds
United de Inglaterra y Valencia de España
(jugando en Inglaterra), debió intervenir
la policía ante los graves disturbios y el
árbitro suspendió el partido.
Ese
mismo año, en el mismo país, se produce
una batalla campal en el partido que jugaron
Celtic Glasgow y Liverpool. Hubo, además,
lanzamiento de botellas y otros proyectiles
que ocasionaron una cifra aproximada a 100
heridos.
También
en 1966, en el partido que enfrentó a
Manchester y Everton (disputado en Mancheste) hubo numerosos heridos y los
hinchas locales saquearon el tren donde
viajaban los visitantes.
En
1967, en Viena, en el partido que dirimen
Austria y Grecia por la Copa de
Europa,
la multitud invade la cancha produciéndose
numerosos heridos.
En
1968, en el clásico entre Glasgow Rangers y
Celtic, por el campeonato Escocés, los
espectadores invaden la cancha dejando un
tendal de 50 heridos.
Ese
mismo año, hay actos predatorios a trenes
ingleses por los hinchas del East Ham United.
En
1969, en la ciudad de Quito, con motivo del
partido entre Ecuador y Uruguay por la Copa
Libertadores, un espectador ingresó al
campo de juego y agredió al árbitro, dando
así comienzo a una verdadera guerra que la
policía no pudo sofocar. Hubo incendio de
coches y destrozo de instalaciones dejando
un saldo de un muerto y numerosas personas
heridas.
También
en 1969, en Escocia, fueron incendiados tres
estadios en el lapso de tres días.
En
el match entre Leeds y Nottingham Forest, el
encuentro fue suspendido porque los adictos
al Leeds incendiaron las gradas principales.
En
el estadio de Leicester, los hinchas de
Nottingham Forest levantaron un cartel que
decía “Odiamos a Leicester City”.
En ese partido hubo centenares de heridos.
Hubo
violencia en Italia, también en 1969, en
Torre de Greco, donde los ‘Tifosi’
locales agredieron al club visitante Juve
Stabia. Estos permanecieron atrincherados
por cinco horas hasta que la policía llegó
con refuerzos y alejó a los promotores del
desorden.
En
1970, los habitantes de la ciudad turca de
Balikesit organizaron violentas
manifestaciones para protestar por el fallo
de la Federación de Fútbol de Turquía que
confirmó el triunfo de Bolu sobre Tarso.
Ese mismo año, el árbitro Ricardo Melero
renuncia a su cargo por haber recibido
amenazas de muerte tras haber expulsado al
jugador Johan Cryff.
En
1971, en un partido que disputan chilenos y
argentinos (en Santiago) un jugador
argentino es arrojado en una alcantarilla y
un espectador de 16 años es asesinado de un
tiro.
En
1971, en Inglaterra, un policía es apuñalado
en el estadio de Chelsea, al formar parte de
los agentes que intentaban desbaratar el
brutal enfrentamiento entre los hinchas de
Milwall y Chelsea.
En
1978, en Yugoslavia, al termino de un
partido, los adictos a uno de los equipos
atacaron al referí y uno de los componentes
del grupo lo mató de una puñalada.
Cruzando
el Río de la Plata, el clima del fútbol no
es menos violento. El ‘Mundialito’
disputado en 1981 dejo un saldo de cuatro
personas muertas y numerosos heridos.
En
1985, un partido internacional disputado en
Bruselas entre Liverpool de Inglaterra y
Juventus de Italia se convirtió en una
verdadera catástrofe.
Los
hinchas ingleses, enfurecidos, atacaron sin
piedad a los italianos quedando un saldo de
40 muertos y numerosos heridos.
En
1986, se llevó a cabo en México una nueva
edición del Campeonato Mundial.
Allí
viajaron misteriosamente (nadie sabe quien
subvencionó el viaje) varios representantes
de barras bravas argentinas. Y también lo
hicieron un millar de ‘Holigans’
ingleses.
La
eterna rivalidad de ambos, acrecentada por
el cercano conflicto de las Islas Malvinas,
hacía suponer que un enfrentamiento entre
ambas parcialidades podría terminar en
tragedia.
Argentina
debió jugar con Inglaterra en cuartos de
final y los hinchas ‘jugaron su propio
partido’ en las inmediaciones del estadio,
al final del encuentro. Hubo una docena de
heridos y algunas escaramuzas pero no hubo
que lamentar víctimas fatales.
El
Mundial de 1990, disputado en Italia,
fue pobre deportivamente (de acuerdo a las
críticas de la prensa mundial) pero muy
rico en materia de disturbios y conductas
desviadas.
La
vasta intolerancia que argentinos e ingleses
demostraron en México, fue un aperitivo de
lo que se venía en Italia.
Es
así, que numerosos países estaban
representados en las gradas y en las calles
por grupos de revoltosos que, en nombre de
su nación, se emborrachaban, rompían
autos, vidrieras, casas… e hicieron de la
violencia y la maldad un verdadero culto.
Violencia
y curiosidades:
Ya
en 1314, en Inglaterra, el rey Eduardo II
debió prohibir la práctica de fútbol
porque la brutalidad con que se jugaba
provocaba numerosos heridos y aún muertos.
La
interdicción duró dos siglos, aunque se
seguía jugando clandestinamente.
Un
obrero de San Pablo cumplió la promesa de
darse muerte si Brasil ganaba el Campeonato
Mundial 1958.
Un
sargento brasileño murió de un paro cardíaco
junto al receptor de su radio, al oír el
gol que le dio la victoria a Uruguay en la
IV edición de la Copa del Mundo.
Cuando
la selección brasileña de fútbol fue
eliminada del Campeonato Mundial de 1966,
hubo tres suicidios, un muerto por sincope,
cuatro heridos de bala, veinte lesionados en
una pelea (en San Pablo) y en Río de
Janeiro se levantaron horcas destinadas a
los miembros de la Dirección Técnica.
Sin
duda, uno de los acontecimientos más
grotescos y relevantes en estas historias de
violencia, ocurrió en 1969 en un match que
protagonizaron Honduras y Salvador.
La
delegación de Salvador había viajado a
Tegucigalpa para disputar un encuentro
eliminatorio. Los futbolistas fueron
derrotados por Honduras tras una noche en
que las barras apedrearon el hotel donde se
alojaban los jugadores visitantes.
La
escena se repitió en Salvador al jugarse la
revancha y entonces el Ejército cruzó la
frontera capturando varias poblaciones, con
el pretexto de detener la represión que
sufrían los compatriotas hondureños.
Conclusión:
Desde
este medio, no estamos en contra de los cánticos,
las banderas, los tamboriles, los papelitos,
y todo aquello que hace el entorno de fútbol
y constituyen su ‘folclore’. Que lo
vigoriza y lo nutre de una alegría
poco frecuente en otros deportes.
Entendemos
la ansiedad por el triunfo y la angustia por
una derrota. Pero no concebimos la agresión
absurda y cruel. Esa catarata de violencia
desgranada en tantas décadas por grupos
antagónicos que sembraron el horror, la
desazón y el pánico que tanto daño le han
hecho a nuestro fútbol.
¿Qué
venimos haciendo desde julio de 1916 para
paliar este flagelo, cuando la gente quemó
la cancha de Liniers provocando el primer
incidente de envergadura en un
estadio?...:
a) El
público que se da cita en las canchas
aplaude el ingreso de las barras bravas al
‘tablón’, y adhieren con el aliento,
cuando éstos les advierten a los rivales de
turno lo que le puede suceder a la salida.
Muchos requieren autógrafos de sus ídolos
(‘El Abuelo’, máxima autoridad de los
hinchas boquenses, los firmaba en gran
cantidad).
b)
Sobrados dirigentes le otorgan a
estos sujetos la facilidad de ingresar
gratis a los estadios; algunos permiten que
peligrosos barra bravas sean empleados del
club (como ‘Poli’, líder del grupo
sanlorencista); y otros se encargan de
gestar la libertad de aquellos hinchas
detenidos por las fuerzas del orden.
c)
La policía monta espectaculares
operativos de prevención y supervisa el
ingreso del público a los estadios pero,
poco y mal, lo hacen con los revoltosos de
siempre que nunca se desprenden de sus
proyectiles predilectos.
d)
Algún imprudente dirigente, allegado
a grupos de poder, exporta violencia
financiando el traslado de estas personas al
exterior. Hemos visto que las barras
presencian gratuitamente los mundiales.
e)
Más de un político estrecha vínculos
con ellos y aprovechan sus condiciones y
aptitudes en provecho propio.
f)
Los legisladores tardaron setenta años
para darse cuenta que en el fútbol existía
la violencia, y en 1986, sancionaron una ley
que muy pocas veces se aplicó.
g)
El presidente Carlos Menem, ante
tantos desmanes producidos y tras la muerte
de Saturnino Cabrera, impartió una orden
precisa y estricta que obligaba a los
dirigentes de los clubes y a la policía a
trabajar en conjunto para evitar el ingreso
a los estadios de aquellos grupos, bien
identificados, que integraban las barras
bravas. Nadie acató la instrucción y el
peligro sigue vigente.
Todos
fustigan y denostan los privilegios, el
libertinaje y el proceder de estos grupos de
poder. Y tras cada agresión, tras cada vida
cobrada, la sociedad se irrita y se lamenta,
clamando juicio y castigo para los
responsables.
Cómo
sociedad, y por todo lo visto y dicho: ¿no
deberíamos mirarnos al espejo para hallar a
los culpables?
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Datos
estadísticos: ‘Fútbol y Masas’, de
Juan José Sebreli. Diarios
nacionales de la época. Y testimonios
recogidos por este medio.
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Ilustraciones:
www.fotosbuzz.com.
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